¿A veces es mejor no aconsejar?
“Nadie escarmienta en cabeza ajena” es un refrán popular que significa que solamente somos capaces de aprender de nuestras propias experiencias y no de las de los demás.
Cada persona construye su propia realidad, en función de sus vivencias, percepciones y su personalidad, por lo que cualquier consejo que podamos dar es desde nuestro punto de vista que es diferente y único. De allí que las experiencias ajenas nos son suficientes para convencernos o desengañarnos de lo que debemos o no hacer.
Si tenemos alguien cercano pasando por alguna situación difícil y no nos pide consejo, la mejor manera de ayudar es dándole tiempo y espacio para resolver sus problemas y confianza en que sabrá hacerlo.
La mejor manera de ayudar es no dar consejos, en su lugar empatizar.
Escuchar ayuda más.
¿Y cómo escuchar?
Saber escuchar, es todo un arte, hay personas que son muy buenas escuchas, y todas coinciden en que es importante mantener la mente abierta, presentarse sin barreras, el lenguaje corporal juega un papel muy importante, tener contacto visual, las manos libres, el rostro neutral y evitar miradas de sorpresa o de juicio, creando el espacio donde nuestro interlocutor, pueda expresarse libremente. Si nos mostramos tensos o distraídos, es posible que la persona no se abra con nosotros tanto como nos gustaría.
Cuando alguien busca consejo, generalmente es para descargar todo lo que tienen dentro. Hacer algunas preguntas adecuadas, sin interrumpir, podría ayudar a una claridad de la situación.
Cuando alguien nos dice “¿Qué debo hacer?”, con frecuencia, lo que quiere es entender y procesar su problema por sí mismo, y lo ideal sería poder ayudarlo a llegar allí por su cuenta.
Es importante recordar que no se trata de uno, es posible que las prioridades de nuestro interlocutor sean diferentes a las nuestras, eso no significa que estén equivocadas.
Escuchar es muy útil, pero cuando nuestra persona no puede encontrar una solución por sí misma, es importante recomendar buscar la ayuda de un profesional.